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           8:30 pm.

Me quito los tacones, dejo que mi pies estén libres y el aire los refresque.  He aprendido que hay cierta sensualidad en masajear los pies.  Muchos hombres y mujeres tienen fetiches con ellos, con su olor, su sabor, su forma.  Los dejo ser.  Me desabrocho la falda que llega hasta mis rodillas y la dejo caer al suelo, siento una corriente de aire que ventila mis pies, mis rodillas, mis muslos, mi sexo.   Desabrocho la blusa de ejecutiva botón por botón y juego con ellos preparándome para mi ritual de esta noche. Siempre hay que ensayar, más cuando el día entero lo pasas actuando de alta ejecutiva en una entidad bancaria.  No hay lugar más sexy y más caliente que las oficinas de un banco.  Créanme, se los dice una experta.   Encontrar el erotismo y la calentura en esos lugares que aparentemente parecen fríos y grises, es una mina de placer inagotable.

 

 

8:40 pm.

Me quito las medias-pantalón y dejo a la vista mis largas piernas color canela.  Si hay algo que me gusta de mi cuerpo, son mis piernas.  Esas se las debo al ballet.  ¡Gracias mamá por obligarme a asistir a clases por más de doce años! 

 

Me miro en el espejo del baño –amo lo espejos, nunca mienten-.  Tengo que decir que me encantan los cuerpos masculinos, sus formas, su dureza, su textura.  Pero hay algo mágico en los cuerpos de las mujeres.  Hay un misterio indescifrable.  La voluptuosidad de los senos, la excitación que produce un pezón duro…  Me quito el brasier y noto que mis senos están erguidos como pidiendo a gritos que alguien los abrace y venere con su lengua.  Por un momento tengo la intención de hacerlo yo misma pero me freno.  ¡Más tarde habrá fiesta!.  Me quito las pequeñas bragas de encaje que siempre uso. Ante todo la belleza, una nunca sabe cuándo le va a tocar desnudarse… y no hay mejor arma que la ropa interior de encaje; esa los excita y los calienta.  Y a ellas las enciende y las erotiza.

 

8:45 pm.

Me suelto la cola de caballo, y dejo caer el pelo sobre mis hombros.  Hay algo muy sexual con el pelo de las mujeres ¿saben?.  Nosotras tenemos un fetiche con el movimiento del pelo: moverlo en son de desenfreno, de libertad, de placer, de delirio.  Pero también nos gusta que tiren de él un poco, que lo tensionen, lo halen suave y firmemente.  Cuando alcanzamos esos momentos orgásmicos  no hay nada mejor que batir tu cabelllera, morder tu propio pelo, tirar tú misma de un mechón mientras el cuerpo se retuerce, se abandona, muere y renace en el dulce, húmedo y tempestivo sentir del clímax .

 

 

Veo de nuevo mi imagen en el espejo.  Totalmente desnuda.  ¡Una valquiria! Una diosa hecha a su imagen y semejanza… Y pienso: con razón desde Adán hasta Napoleón perdieron sus reinos por un cuerpo así. Yo también lo haría.   Me perdería en la suave piel femenina, en sus rutas y sus pliegues.  En sus escondites, sus fuentes, sus vapores y sus olores…

 

 

 

 

8:50 pm.

El vapor del agua caliente cayendo sobre mi cuerpo me transporta. Por un momento me abandono a mis pensamientos, pienso en los amantes que han disfrutado de este cuerpo, de este templo.  En todos aquellos que han esculpido en mi las rutas del amor… Pienso en Emilia, mi amiga de juegos sexuales.  Éramos una niñas y aún no sabíamos nada de la sexualidad o el deseo, simplemente la naturaleza nos llevó a descubrirnos, a reconocernos la una en la otra, a entender y obedecer las palpitaciones de nuestra piel.  Tenía catorce años, muy cerca de cumplir quince.  Emilia ya los había cumplido.  Mis senos eran pequeños y redondos, como duraznos, decía Emilia.  Los de ella eras macizos, voluptuosos. Parecían esculpidos por un artista del renacimiento.  Jugábamos con la ropa interior que yo usaría para mi fiesta de quince.  Emilia me había ayudado a escogerla:  “Encajes” dijo ella, algodón dije yo.  Y su voz, como el cascabel de la serpiente, hipnotizó mis oídos y me decidí por encajes.  Corrimos a casa para probarnos nuestra nueva conquista, nuestro nuevo peldaño en la escala de hacernos mujeres.  Me la voy a probar en el baño y te cuento, le dije. 

 

-No, pruébatela aquí, respondió ella. 

 

Una chica de quince años, aún siente mucho pudor con su cuerpo.  Me sonrojé y corrí al baño con la ropa íntima en la mano.  Me la probé y cuando me vi en el espejo me enamoré de esa imagen: me sentía una mujer, nunca antes había visto mi cuerpo tan expuesto al mundo y para el mundo.  Era una imagen preciosa, una virgen inmaculada y provocadora.  Me sentí tan segura de mí misma que salí a mostrarle mi nuevo hallazgo a Emilia. 

 

- Mira, esta es la otra yo, que estaba escondida bajo  la jardinera del colegio.

 

Pero Emilia no estaba.  De pronto salió de detrás del biombo que hay en mi cuarto, con sus encajes puestos y su escultural cuerpo, lleno de curvas y formas maravillosas.

 

  • Mira, esta es la otra yo.  Que tú no conoces.

 

 

Sentí un corrientazo bajar por toda mi espalda.  Mi corazón empezó a latir más fuerte y la respiración se me empezó a entrecortar.  Veía el cuerpo de Emilia y sentía una necesidad de tocarlo de descubrirlo con mis propias manos.  Pero no me moví.  Me quede quieta, quieta como una leona que ve mover su presa antes de atacar.  Mi cuerpo hervía bajo la piel, podía sentir los latidos de mi corazón viajar por todo mi cuerpo, como ondas de un extraño placer que me adormecían… me abandoné a esa sensación, a ese hormigueo que sentimos en el cuerpo cuando nos acercamos a algo prohibido y apetecido.   Sentía dentro de mí una especie de temblores, de espasmos.

 

 

Emilia se acercó, pasó sus dedos delicadamente por mi cuello.  Y yo sentí una llama que se encendía en mi entrepierna.  Una hoguera que empezaba a arder.  Bajó sus dedos por mi pecho y puso finamente sus pulgares sobre mis pezones.  Yo no podía hablar, no había palabra para ese momento; solo entre abrí mi boca y exhale un poco de aire a manera de suspiro, a manera de gemido.  Nunca antes, ni mujer ni hombre, habían tocado mi cuerpo. 

 

-Eres hermosa, me dijo con esa suave voz envolvente y melódica.

 

Para mí era un canto de sirena que me arrastraba a las  profundidades de mi intimidad.  Siempre recordaré esas palabras “Eres hermosa”.  Me sentí sensual, deseada, provocadora…

 

Luego las manos bajaron por mi vientre y dibujaron mis caderas, mis nalgas de mujer novata, mi monte de venus.

 

  • Me gusta cómo se te marca aquí. Y me agarró con firmeza las cresta ilíacas.

 

Una segunda ola de calor sacudió mi cuerpo.  Y una risita de placer, contenida, frágil se me escapó. El fuego en mi cuerpo se volvía humedad, me sentía lúbrica, elevada, accesible… un sentimiento de abandono y locura me llenó de arriba abajo: liberé la fiera, tomé la mano de Emilia con mi mano, acerqué mi boca a su boca…

¡9:15 pm!  El baño demoró más de lo que pensaba.   ¡Emilia, de nuevo te robas mi tiempo y mi cuerpo!   Después de ese día, no hubo más juegos con Emilia.  Ella tenía su novio que era amigo mío, con el que tiempo después se casaría.  Y sí, yo sería madrina de esa boda, aunque no lo crean.

 

 

9:20 pm.

Los juego en el baño me causaron un pequeño retraso.  Aunque no me siento culpable.  Pensar en Emilia siempre es placentero para mí.  A veces cuando nos encontramos y la veo con su hermosa familia, sus bellos hijos y su esposo, la veo aún más deseable.  ¡Que ande con cuidado!  Un día de estos libero la fiera y salto sobre ella, como en aquel abril antes de mis quince.

 

Salgo de la ducha de vapor y retomo mi ritual.  Organizo la habitación que será el escenario de nuestro encuentro de hoy.  Nadie se imaginaría que debajo de la piel de Administradora de empresas escondo el látigo de una dominatriz.

 

Alisto mis medias de malla, un corsé de cuero brillante con herrajes metálicos.  Panties en cuero con apliques de encaje, guantes de encaje, una gargantilla de encaje… Sí, encaje.  Me gusta el encaje.  Me hace sentir más femenina, más deseada, más sensual.   Botas de charol con tacón de puntilla.  Remaches metálicos por aquí y por allá… Saco mi estuche de maquillaje, empiezo con mis ojos miel, una sombra oscura con efecto de ojos ahumados que resalta aún más su color.  Un poco de rubor oscuro para realzar mis pómulos… y poco a poco surge en mí esa especie de vampiresa que es especialista en cumplir los sueños pervertidos de otros.  Por último, labial rojo.  Es lo único rojo de mi atuendo.  Mis carnosos labios remarcados por un rojo carmín.

 

 

10:30 pm.

Sé que habrá contacto. Tengo cierta afinidad con las parejas que atraviesan problemas en su intimidad.  Ellos me buscan para que encienda de nuevo esa chispa y a mí me encanta ser el combustible de la pasión de otros.  Llevarlos al límite entre el delirio y el deseo. Y ver cómo se reencuentran en un combate de amor y sexo.  Sí.  Va a haber contacto. Entonces pongo un poco de perfume maderoso en mi cuellos y en mis muñecas.  Algo más suave en mi ombligo y algo un poco más cítrico en mi pubis y donde comienza mi columna.  Amo que me exploren y se sorprendan de la cantidad de hallazgos que puede haber en mi cuerpo. Sobre una mesa metálica en medio del salón de juegos hay antifaces, látigo, esposas, cuerdas, fusta, lubricante, vibrador, mordaza, polvo de canela y esencias en aceite.

 

La cita es a las once y aún falta un cuarto.  Apago las luces y enciendo las velas. ¿Por qué velas?  Me gusta la penumbra.  A todos nos gusta actuar sin ser vistos, jugar entre la sombras.  El lado oscuro nos desinhibe, nos permite sacar nuestros otros yo.  Así que bienvenida la intimidad de la oscuridad.   Un poco de música les vendrá bien.  Me gustan las bandas sonoras de películas porque llevan acción implícita, son provocadoras, de modo que para esta ocasión elegí -brave heart –.  Es épica.

 

 

11:00 pm. 

Llegaron.  Abro la puerta y ahí están.  Son un poco más jóvenes que yo.  Una pareja normal, como cualquiera de ustedes.  La tomo de la mano y le digo a él que espere, no sin antes darle un beso, un beso húmedo, impositivo.  Marcándolo como parte del territorio que el placer recorrerá hoy.  Suelto su boca y muerdo suavemente sus labios.  Miro su entrepierna y  una tímida erección empieza a aparecer.  Toco su sexo con mi mano. Ella intenta despedirse de él antes de entrar pero mi boca cierra el paso y atrapa su boca.  Con una mano tapo sus ojos y con la otra acarició sus senos. Ella no opone resistencia y se abandona a mis impulsos.  Él se excita al vernos –a los hombres les gusta ver a dos mujeres besándose, eso los enciende.  Lo que no saben es que a las mujeres también nos enciende verlos besarse entre ellos-. 

 

 

11:15

Entramos en el oscuro salón. La abandono en el espacio, quiero que se reconozca a ella misma, que sienta confianza y se libere de prejuicios.   Le sirvo una copa de ginebra, la toma en sus manos.  De un solo movimiento la despojo de la falda.  Ella toma un sorbo y la despojo de la blusa.  Siento el latir de su corazón.  Otro movimiento y le desabrocho el brasier.  Fondo blanco y le quito las bragas.  Ella misma se quita los tacones mientras bebe su segunda ginebra.  La ropa en el piso dibuja un mapa de nuestros juegos y afuera él toca su miembro mientras imagina el duelo cuerpo a cuerpo ambas mujeres. 

 

 

11:30

Empieza la fiesta de la carne, el carna-val. Tapo sus ojos con un antifaz de encaje.  Sí, encaje.  Inmovilizo sus manos usando las esposas y la barra que hay en el techo.  La dejo suspendida en puntas de pie.  Lavo su cuerpo con aceite de lavanda... primero su cuello, largo, como de cisne.  Tiene hermosas clavículas.  Luego sus senos, me detengo en sus pezones que son grandes y están endurecidos, deseosos.  Me tomo mi tiempo para consentirlos.  Sé perfectamente cómo funciona el cuerpo de una mujer.  Doy pequeños toques en cada pezón con las yemas de los dedos: los provoco, los enciendo.  Hago un firme recorrido por sus senos redondos, le hago sentir con cada movimiento la belleza de su cuerpo. Mientras ella, con pequeños suspiros me hace sentir el nivel de su placer.  Abre su boca en señal de querer ser besada. –Calma, amiga.  Hasta ahora estamos empezando.  Una gota de aceite cae desde su nuca y baja por su columna hasta su orificio anal.  La veo retorcerse como una gata.  Le doy un par de palmadas en cada nalga.  La sangre empieza a calentarse y a recorrer ese cuerpo frágil, bello, expuesto y suspendido para mí. 

 

11:40

Soplo con un aire frío toda su espalda.  Veo como sus poros se erizan y la piel se pone cada vez más sensible al tacto, la abrazo desde atrás pasando mis manos por su vientre y bajando hasta su entrepierna, el aceite hace que se deslicen libremente mis dedos por sus labios.  Ella abre un poco las piernas como pidiendo ser acariciada.  Mis dedos juegan sobre esa superficie blanda y carnosa, ahora humedecida por la excitación. Muerdo con la punta de los dientes sus nalgas duras y protuberantes.  La oigo gemir.  Un gemido que se escapa de sus entrañas, de lo más profundo de sus instintos.  Del deseo que está más allá del deseo. Cojo la fusta y hago recorridos desde sus talones hasta su cuello, en sentido ascendente, haciendo que su carne trémula palpite de ansias.  Es un hermoso espectáculo: ella, suspendida, brillante, húmeda, en medio de la oscuridad…como una única estrella en el firmamento.  Me siento capaz de todo, omnipotente.  Dueña y dadora de placer.  Acerco mi boca a su boca, muerdo su labio inferior.  No le permito que me bese.  Hago presión sobre su cabeza halando suavemente su bello pelo rizado. Clavo mis dientes en su frente.  Ahora gime más fuerte.  Le gusta.  Sé que le gusta.  Sé que a ustedes también les gusta.

 

 

12:15

Ahora ella tiene que esperar.  Lo hago entrar a él.  Esta afuera, ansioso, excitado.  Noto el bulto en su pantalón y  veo que no ha perdido el tiempo.  Ha estado fantaseando con lo que sucedía tras la puerta del salón.  Le pongo una mordaza en la boca. Cambio la Fusta por el látigo.

 

Un latigazo en las nalgas:  ¡Fuera pantalón!

Un latigazo en la espalda: ¡Fuera camisa!

Otro latigazo. ¡Fuera ropa interior!

 

Por un segundo quedo en silencio.  Veo ese enorme miembro levantarse lentamente y tomar contundencia, tener vida propia.  Lo veo, como un gigante que me va a devorar y me pasa un escalofrío por la espalda. Vuelvo a la fusta:

 

  • De rodillas.

 

Intenta hablar.  No se lo permito.

 

  • ¡De rodillas, dije!  

 

Se inclina.  Veo sus ojo negros en los que la excitación se cristaliza.  Intenta tocarme. Golpe de fusta.

 

  • No puedes tocar hasta que no te sea permitido.

 

Cojo una cuerda.  Le amarro las manos detrás de la espalda. Paso la cuerda por su pecho, su vientre.  Hago los nudos de compresión sabiendo hasta donde ese dolor puede producir placer. Tomo la otra cuerda.  Me inclino para amarrar sus gruesas piernas de futbolista a la base de la silla.  Mientras tanto aprovecho para rozar mi encaje contra su miembro que tiembla erecto, pidiendo a gritos que alguien se ocupe de él.

  • Aún no.  Ya vendrá tu momento. 

 

Separo sus piernas y las ato con fuerza, con cuidado de no lastimar pero segura de producir placer.  Traigo el otro antifaz y vendo sus ojos.  –Sí, con encaje.  Dejo caer gota a gota un poco de lubricante sobre su miembro, él se estremece.  Intenta hablarme.  Golpe de fusta. 

  • No puedes hablar. 

 

 

1:00 am.

Dejo por un segundo que reine el silencio.  Las convulsiones de él se funden con los gemidos de ella y crean una hermosa melodía que resuena en mi vientre.  

 

Traigo mi juguete que vibra y lo paso por el cuello de él, por lo labios de ella.  Lo pongo sobre su sexo para incitarla.  Quiero que arda de deseo.  Veo de nuevo cómo se endurecen sus pezones. Acerco poco a poco mi juguete a su entrepierna húmeda y latente, introduzco un poco mi juguete dentro de ella, solo un poco.  Lo suficiente para que la humedad crezca y el deseo la queme por dentro.  Al mismo tiempo que juego con el sexo de ella abro generosamente mi boca para recibir el enorme miembro que estaba esperando ser atendido.  Abrazo con mis labios solo la punta y hago unos juegos circulares con mi lengua sobre su glande.  El intenta convulsionar, entrar más con su sexo en mi boca pero las cuerdas no se lo permiten, entre más trata de moverse más presión ejercen las cuerdas.  Esta en un trance entre el placer y el dolor.  El cuerpo suspendido de ella, tiembla con las vibraciones de mi juguete que empieza a golpear con mayor intensidad.  Ella pide que que lo lleve más adentro pero yo prolongo su deseo.  Veo su manos que aprietan fuerte las esposas, está teniendo su primer orgasmo, veo un poco de líquido cristalino rodar por su pierna. 

 

Él pene de él empieza a convulsionar para llegar al orgasmo.  Golpe de fusta.

 

  • Aún no.  Te lo ordeno.

 

Yo juego con mi boca alrededor de ese monumental, caliente y vibrante miembro, mientras mis manos exploran la humedad de ella.  Es una simbiosis entre ella y él a través de mi cuerpo.  Ella gime y él se contonea en la silla.  Yo, en medio, siento que mi vientre va a estallar, siento que tendré un primer orgasmo, siento que viene, un temblor se apodera de mi sexo, aprieto fuerte su pene con mi boca  y doy una envestida a ella con mi juguete.  Los tres contenemos la respiración y luego exhalamos entrecortados.

 

Empujo la silla de él hacia donde está ella.  Tomo las piernas de la chica y las elevo hasta los hombros de él.  Ahora ella tiene su sexo frente a la boca de él.  Retiro la mordaza, le ordeno.

 

  • Lame!

 

Él lame el sexo de ella, al ritmo que yo succiono el suyo.  Ella se contonea en el aire, vuela en una nube húmeda de placer.  El aprieta mi cabeza con sus muslos, en la medida en que la cuerda se lo permite.  Bajo mi lengua y la paso por debajo de escroto intento llegar con la punta hasta su ano, el gira su pelvis y expone para mí ese lugar secreto que los hombres tanto cuidan pero que les produce tanto placer.  Alcanzo a brindarle con mi lengua el placer que el busca.  El se retuerce entre las cuerdas.  – No pares me dice.   Y se sumerge en el sexo de ella con furia. Su lengua, cada vez con mayor maestría la llena de placer.  –No más grita ella, queriendo anunciarnos un segundo orgasmo. –Más, grita él, anunciando el suyo.  Espero que ella consiga llegar y paro antes de qué el llegue.

 

 

 

2:30 am.

Él esta sufriendo de placer sentado en la silla. Froto su miembro con un poco de canela en polvo.   Eso lo enciende más, lo endurece, lo pone palpitante y rígido.  Ansioso. Rápidamente la conduzco a ella a la silla. Lubrico su sexo con el aceite de lavanda.  Sé que la penetración será un poco dolorosa así que también pongo aceite en el sexo de él.  Masajeo un poco el pene con una mano y la vulva de ella con la otra, mido sus temperaturas y dispongo su encuentro. Cuando están listos, hago que ella se siente en el miembro de él.  Una inhalación grande en ella enuncia la profunda penetración que el confirma con un suspiro.  El empieza a empujar fuerte su cadera contra la de ella.  Golpe de fusta.

 

  • Despacio.

 

Él atiende mi llamado y empieza con suaves ondulaciones.  Ella abre más sus piernas  para recibir al fogoso huésped. La cara de él está contra la espalda de ella.  El besa cada centímetro de esa espalda, la lame y la muerde provocando que ella se mueva rítmicamente.  Crean un lenguaje de dos cuerpos que va más allá de las palabras.

 

Es una estatua viviente.  Dos amantes profesándose entrega absoluta y total en una comunión de cuerpos.  Quisiera dejarlos solos, abandonados a su placer y a su delirio, pero no puedo.  Necesito hacer parte de esto.  Me arrodillo frete a ella, pongo mi lengua en su sexo mientras él la penetra desde atrás.  Conozco el lugar exacto dónde hacer presión con mi boca para que ella estalle.  Libero con mis manos los brazos de él.  Las manos de ella sujetan fuertemente mi cabeza contra su sexo.  Él empieza a aumentar la intensidad y el vigor de cada embestida. El sexo de él roza mi boca al tiempo que la llena a ella.  Las piernas de él tiemblan.  Ella clava sus uñas en mi cabeza. ¡Yo lamo!  Lamo con veneración, con propiedad, sabiendo el placer que ellos están alcanzando y al que me arrastran.  Los movimientos aumentan su velocidad. Ella y yo gemimos con fuerza, ahí viene el orgasmo de ambas en perfecta sincronía.  Mi cuerpo se pierde, se hunde, siento la explosión de ella al tiempo que él lanza un bramido acompañado de fuertes convulsiones y finalmente su placer estalla dentro de ella.  Nos abandonamos a la sensación.  Una risa de él nos provoca risa a nosotros.  Reímos juntos, cómplices, amantes.

 

 

3:15 am.

Una nueva erección de él nos invita a reinventar el juego.  Y así nos descubre el sol, revelando nuestra desnudez y nuestra sed de placer. Dormimos.

 

6:30 am.

Hago mi ritual de camuflaje.

Visto mi piel de ejecutiva.  Y salgo a representar mi rol en el banco.  Esperando que una nueva pareja busque mi ayuda para reavivar su llama.

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